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sábado, 18 de mayo de 2013

El artículo: Una condesa en el jardín

 
      Reproducimos un artículo de Antonio Igual, escrito en el número 255 de la revista Valencia Atracción, de 1956. Hace referencia a la visita de la Condesa de Gasparín en el siglo XIX al Jardín Botánico de Valencia: "Madama Catalina Valeria, con Madama Eglantina y tal vez alguna otra señora, seguramente con algún caballero también embanastados en una vieja tartana crujiente, incomoda y ruda que rodaba a saltos por los caminos polvorientos de la huerta, iban de alquería en alquería deseosos de contemplar algún jardín de aquellos tan elogiados por la fama:  para jardines Valencia,. En cada puerta encontraban, sin embargo la negativa de un rudo guardián o de una decidida y arrogante labradora: Tenemos orden ... afirmaban todos con la servil obstinación del criado; y la tartana regresaba a la ciudad sin descargar su pasaje en ningún huerto de flores. Había sido una lástima, porque Madama Catalina Valeria, condesa de Gasparín era una cultísima aristócrata francesa, que no hubiera causado el menor perjuicio en el más cuidado jardín, como si sus leves chapines fueran tan suaves como pétalos de rosa y luego lo hubiera contado todo, con encendidos elogios en las memorias de su viaje.
    Al fin de aquella jornada, casi a punto de darla por perdida, los viajeros pudieron dar con un jardín que le abriese las puertas. Era un jardín cercano a las murallas, en el camino de Quart. Aquel mismo paraje, cincuenta años antes, fue trágico escenario de la lucha entre los valencianos y el ejército de Napoleón; las viejas torres próximas colosales, imponentes, mostraban las picaduras, aun sangrantes, de la metralla francesa. Pero los árboles casi destruidos, habían retoñado, y en este día de primavera la visita de una tan pacífica y espontánea embajada era como una ratificación de la paz, firmada por el olvido y rubricada por la cortesía.
     En las memorias de su viaje la condesa de Gasparín dando muestras de un tacto exquisito no menciona los antecedentes históricos del pintoresco lugar, ni siquiera hace referencia a su gran amplitud, de cincuenta hanegadas ni a su título de Jardín Botánico, ni a las atenciones que precisamente por esa época le dedicaba el Rector de la Universidad de Valencia, ni al renombre internacional que el Jardín Botánico había alcanzado ya por sus miles de plantas de más diverso origen y las más opuestas condiciones climáticas que, prodigiosamente, sólo la benignidad del clima de Valencia permitía convivir. A la condes le interesaba, sobre todo, la emoción que en su espíritu producían la belleza de los árboles, las plantas y las flores, la fragancia del aire vital aliento de la madre Venus, las dulces vivencias que aquella tarde y en aquel paradisíaco jardín saturaban sus sentidos con inefable añoranza.
     La condesa, experta en flores como en todo refinamiento espiritual, reconocía a su paso, uno a uno, los cercados y macizos, y parecía saludar a las cabeceantes florecillas como a una reunión de antiguos amigos y admiradores. Bajo la sombra de frondosos árboles exóticos propios de una selva tropical, florecen espesas matas de crómatelas de vástagos carmesíes y grandes botones amarillos, polígalas de color violeta, racimos azules de syllas, delicadas orquídeas y pomposas camelias. Entre los enhiestos cipreses y las gráciles palmeras se abren los finos ramajes de las deodoras; los naranjos ofrecen su verdegueante hojarasca sembrada de bolas de oro y estrellas de nieve, sobre las húmedas tapias del jardín trenzan los bejucos el sutil y verde encaje de sus ramas cuajadas de florecillas malva y rosa Las brisas húmedas, afirma Catalina Valeria, rozaban nuestra frente extraños perfumes en alas de céfiros cariñosos. Era, en fin, la primavera valenciana que aquella sensitiva dama francesa encontraba tibia, dulce, rosada, floreciente, embriagadora como una  seductora magia que nos tenía hechizados.
     Bueno es reproducir de cuando e cuando el testimonio de quienes alguna vez han pasado por Valencia; par que nos e diga que todo es fantasía nuestra, muy especialmente e esta cuestión tan debatida de los jardines y delas flores Aquel día de primavera la condesa de Gasparín y sus aristócratas acompañantes abandonaron al fin el Jardín Botánico; tal vez acabaron por olvidarlo a través de las semanas y de los años pero aquí está, como entonces. Y entre las hojas del libro que la condesa escribió sigue también aquella simbólica flor de su elogio; una flor bella y fragante que supo arrancar de tan magnífico jardín para orgullo nuestro. Alguna vez había que pagar, nobleza obliga, con las más galantes y sinceras frases de agradecimiento"

 
Bibliografía  

IGUAL, A. (1956) Una condesa en el jardín. Valencia Atracción 255: 5.
SARTHOU, C. (1948-49) Jardines de España. Valencia. Valencia.


Imagen del Jardín Botánico de Valencia, reproducido en el artículo, tomada de Sarthou (1948-49).

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